El ecosistema actual de medios del continente
africano es vibrante. En algunas ciudades donde hace apenas una década
(antes de la ola de liberalizaciones de los años noventa) había
aproximadamente tres o cuatro periódicos y una radio (la del gobierno),
hoy cientos de empresas compiten por hacerse un hueco. La población
consumidora africana está más conectada por la accesibilidad de
teléfonos móvil desde los que llamar, chatear, tuitear o incluso pagar.
Aunque el acceso sea asimétrico.
Dos ejemplos: actualmente hay
unos doscientos periódicos en la República Democrática del Congo (RDC).
Algo parecido sucede en Nairobi, capital de Kenia, en la que cientos de
personas dedicadas a la venta ambulante moldean el paisaje urbano con
periódicos bajo el brazo en varias lenguas: inglés, suajili, kikuyo, luo
o árabe. Al mismo tiempo, el continente ha visto cómo hombres (sobre
todo, hombres) lideran grandes conglomerados mediáticos que controlan la
mayor parte del contenido que se genera. Algunos de estos ejemplos
serían el sudafricano Koos Bekker, el tanzano Reginald Mengi o el
nigeriano Raymond Dokpesi.
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