Desde las elecciones generales de Junio del 2015, más de 500 personas
han muerto en el Estado turco como resultado de la escalada militarista
del régimen de Erdoğan, patrocinado por la OTAN. Estas cifras incluyen
los brutales atentados contra manifestaciones pro-kurdas en Ankara en
Octubre –más de 100 muertos- y Pirsûs (Suruç) en Julio –más de 30-. En
ambos casos, existen fundadas sospechas de que los tentáculos del Estado
profundo de Turquía habrían practicado estos actos de terror en contra
de la población inerme. Esta violencia ha sido azuzada por el partido en
el poder, el AKP, pues no había podido lograr mayoría absoluta en ese
entonces; en Julio, el gobierno turco pateó la mesa de negociaciones de
paz que se sostenía con la insurgencia kurda, el PKK. En medio de la
escalada militarista, la violencia, el terror, el miedo, la censura, la
persecución a opositores, fueron utilizadas como armas para garantizar
una mayoría en las nuevas elecciones convocadas para Noviembre. Desde
Julio, 17 alcaldes vinculados al partido opositor HDP, que aglutina a
sectores pro-kurdos y de izquierda turca, han sido arrestados, 25 más
destituidos de su cargo y 6 han recibido orden de arresto. El terror,
sumado al clientelismo y el fraude, lograron garantizar una pírrica
victoria para el AKP. Victoria pírrica, sin duda, porque el régimen ha
perdido cualquier rastro de legitimidad en esta “guerra electoral”, a lo
cual hay que sumar la enorme evidencia que vincula a sectores del
partido del gobierno con el Estado Islámico en Siria.
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