El sábado 28 de noviembre mataron a tiros a Tahir Elçi, presidente de la
asociación de abogados del sureste de la provincia de Diyarbakir y
firme defensor de los derechos humanos de los kurdos, cuando leía un
comunicado de prensa en la mencionada ciudad. Las fotos del cadáver de
Elçi yaciendo en el suelo desbordaron velozmente las cuentas de las
redes sociales, simbolizando la dificultad letal de hablar de la lucha
por la paz en esta difícil coyuntura por la que Turquía y toda la región
están pasando. A pesar del hecho de que Turquía es un país tristemente
célebre por su largo historial de crímenes políticos sin resolver y su
violencia política, el asesinato de Elçi supone un alarmante punto de
inflexión en la fase final, tras la victoria del AKP (Partido de la
Justicia y el Desarrollo) en las elecciones del 1 de noviembre, de la
consolidación de un Estado policial sectario y autoritario.
En
el presente ensayo sostengo que en la “nueva Turquía”, el gobierno que
el AKP está imponiendo por la fuerza a sus ciudadanos va más allá de una
mera transformación ideológica. Incluye una reorganización total del
aparato de seguridad del Estado a fin de consolidar un Estado policial
sectario y autoritario enteramente controlado por el gobierno del AKP
bajo el liderazgo del presidente Recep Tayyip Erdogan. La
institucionalización de este Estado policial se hace posible a través de
una guerra física contra los kurdos que viene legitimada por la guerra
del discurso, la total supresión de la disidencia y la manipulación de
la dinámica regional. En el resto del ensayo, elaboraré este argumento
centrándome en tres sucesos dispares que tuvieron lugar la pasada
semana: el asesinato de Tahir Elçi; el arresto de Can Dündar y Erdem
Gül, dos periodistas del diario Cumhuriyet; y el derribo de un
avión militar ruso afirmando que había violado el espacio aéreo turco.
Aunque esos acontecimientos son independientes unos de otros y por
tanto, aparentemente, no hay una relación causal entre ellos, se unen
como las piezas de un rompecabezas bastante desasosegante e incluso
alarmante, lo que indica la muy profunda transformación que persigue la
construcción de la “nueva Turquía”.
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