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terça-feira, 3 de janeiro de 2017

Empieza la era Trump

Unos días después del acuerdo entre Rusia y Turquía que permitió acabar con la interminable batalla de Alepo, leí en un célebre semanario francés el siguiente comentario: “La permanente crisis de Oriente Medio está lejos de resolverse. Unos piensan que la solución pasa obligatoriamente por Rusia, mientras que otros creen que todo depende de Turquía. Aunque lo que queda claro ahora es que, de nuevo y definitivamente –por lo menos cabe desearlo–, Rusia tiene en sus manos los argumentos decisivos para poner punto final a esa crisis”. ¿Qué tiene de particular este comentario? Pues que se publicó en la revista parisina L’Illustration… el 10 de septiembre de 1853.
O sea, hace ciento sesenta y tres años la crisis de Oriente Medio ya era calificada de “permanente”. Y es probable que lo siga siendo… Aunque un parámetro importante cambia a partir de este 20 de enero: llega un nuevo presidente de Estados Unidos a la Casa Blanca: Donald Trump. ¿Puede esto modificar las cosas en esta turbulenta región? Sin ninguna duda, porque, desde finales de los años 1950, Estados Unidos es la potencia exterior que mayor influencia ejerce en esta área y porque, desde entonces, todos los presidentes estadounidenses, sin excepción, han intervenido en ella. Recordemos que el caos actual en esta zona es, en gran parte, la consecuencia de las intervenciones militares norteamericanas decididas, a partir de 1990, por los presidentes George H. Bush, Bill Clinton y George W. Bush, y por el (más reciente) azorado apoyo a las “primaveras árabes” estimuladas por Barack Obama (y su secretaria de Estado Hillary Clinton).
Aunque globalmente la línea que defendió el candidato republicano durante su campaña electoral fue calificada de “aislacionista”, Donald Trump ha declarado en repetidas ocasiones que la Organización del Estado Islámico (OEI o ISIS por sus siglas en inglés) es el “enemigo principal” de su país y que, por consiguiente, su primera preocupación será destruirlo militarmente. Para alcanzar ese objetivo, Trump está dispuesto a establecer una alianza táctica con Rusia, potencia militarmente presente en la región desde 2015 como aliada principal del Gobierno de Bachar el Asad. Esta decisión de Donald Trump, si se confirma, representaría un espectacular cambio de alianzas que desconcierta a los propios aliados tradicionales de Washington. En particular a Francia, por ejemplo, cuyo Gobierno socialista –por extrañas razones de amistad y negocios con Estados teocráticos ultrarreaccionarios como Arabia Saudí y Qatar– ha hecho del derrocamiento de Bachar el Asad, y por consiguiente de la hostilidad hacia el presidente ruso Vladímir Putin, el alfa y el omega de su política exterior (1).

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