Los cazadores de inmigrantes ansiosos de publicidad son un síntoma de problemas más graves en la Europa del Este.
El
guardia fronterizo, que estaba fuera de servicio, era delgado y parecía
cansado y visiblemente nervioso. Describió su día, casi cada día, en la
frontera búlgara con Turquía de la forma siguiente:
“Turnos de doce horas, constantemente en movimiento. Si tienes que patrullar, puedes tener que cubrir 15, 20 kilómetros.”
“‘Ellos’
van cambiando de ruta continuamente. Les atrapamos y nos paramos; se
mueven y nos movemos. Es el juego del ratón y el gato.”
‘Ellos’
son los emigrantes de Oriente Medio, Asia y África que se deslizan a
diario a través de la frontera desde Turquía a Bulgaria y Grecia camino
de Europa Occidental, un flujo que alcanzó su pico máximo en el verano
de 2015, aunque prosigue actualmente, pulsando una vena de profunda
intolerancia por todo el continente.
En Bulgaria, al igual que en
Hungría, han aparecido grupos de vigilantes que publican fotos en
Facebook de hombres tatuados en camiseta o uniforme militar vagando por
los bosques fronterizos. En algunas ocasiones van armados.
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