Al final de su libro La nueva razón del mundo (2009), Pierre
Dardot y Christian Laval escribían: "Las prácticas de 'comunización' del
saber, de asistencia mutua, de trabajo cooperativo, pueden esbozar otra
razón del mundo. A esta razón alternativa no podría dársele mejor
nombre que éste: la razón del común". En efecto, éste fue el eje central
del libro publicado en 2014, Común, con el que describen otra construcción de la sociedad diferente al neoliberalismo.
¿Podrían señalar los grandes rasgos de lo que ustedes han llamado la sociedad neoliberal?
Christian Laval: En La nueva razón del mundo
describimos una lógica normativa que se llama neoliberalismo y que
tiene dos grandes aspectos. En primer lugar, la difusión de normas de
competencia al conjunto de actividades, de los sectores, de las
prácticas, que son las nuestras, y esto no sólo por la invasión del
mercado o de las grandes empresas, sino por la acción completamente
deliberada del Estado mismo, que promueve por todas partes lógicas de
competencia a través, por ejemplo, de nuevas formas de gestión en los
servicios públicos.
El segundo aspecto es la puesta en práctica
de un modelo de actividad exclusivo, único, que es la empresa. Tenemos
la impresión de que nada puede hacerse en la sociedad que sea por fuera
del modelo de la empresa, evidentemente con todas la dimensiones de
contabilidad, de rentabilidad, y esto llega hasta la transformación de
las relaciones y de la subjetividad, puesto que cada uno es llevado a
identificarse con una empresa o con un capital que debe autovalorizarse.
El neoliberalismo es la racionalidad del capitalismo que penetra en el
conjunto de la sociedad.
Al final de La nueva razón del mundo escriben que la razón liberal está agotada; sin embargo, todo el libro repasa esa nueva racionalidad.
Pierre Dardot:
Son los movimientos mismos los que dicen "no nos representan".
Finalmente hemos entrado a través de las movilizaciones en una fase de
cuestionamiento directo de la lógica representativa que manifiestamente
hoy produce formas oligárquicas de poder.
Lo que ha aparecido
claramente con el neoliberalismo es que las oligarquías tenían dos
caras: la cara económica y la cara política, que estaban completamente
entremezcladas. Entonces, las democracias representativas aparecen cada
vez más como una forma que enmascara cada vez peor una dominación
oligárquica brutal, violenta, bajo la forma de privatizaciones, de
managerializaciones, etc. Las formas de reivindicación y de esperanza
política no tienen la forma antigua del Estado frente al mercado. La
idea de que el Estado sería la solución también está agotada.
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