Seguramente sería más razonable esperar unas cuantas semanas y dejar que
las emociones se asienten. Eso es lo que la decencia y la razón exigen.
Como parisino de corazón, debería quedarme callado. Por desgracia, los
halcones y los fascistas, los lobos y los belicistas, los chacales y los
ministros no se sienten comprometidos con esos escrúpulos. No esperaron
ni a que se enterraran los cuerpos o se secaran las lágrimas para
empezar a gritar su furia. Claman por una dura venganza, por el cierre
de fronteras, por una nueva ronda de medidas de seguridad de mano dura.
Nos tienen rodeados.
Es imposible resumir en un artículo las
múltiples dinámicas en funcionamiento en la escalada del terrorismo
masivo que la pasada semana ha herido sucesivamente al Líbano
y a Francia. Sin embargo, es necesario repetir los mismos hechos obvios
una y otra vez, confiando en que un día los cínicos y los payasos que
nos gobiernan encuentren el coraje necesario para poner fin al círculo
vicioso.
Terror para todo el mundo
A diferencia de
algunos delirantes expertos, debemos recordarnos a nosotros mismos que
estos ataques no golpean a Occidente o Francia “por lo que son”, como
Daniel Pipes sugirió una vez. Sin embargo, editorialistas del tres al
cuarto, junto a respetados académicos como Jean-Pierre Filiu,
propagaron esta idea tras los ataques del viernes 13. Algo que permite
que los aduladores de la “democracia liberal”, del capitalismo
competitivo y del farisaísmo occidental encuentren refugio en la
comodidad de un esencialismo ingenuo. Por tanto, no hay razón para más
debates: somos tan felices, libres y poderosos que no les queda más
remedio que envidiarnos y odiarnos al mismo tiempo, lo que hace que esos
supuestos expertos reproduzcan el desfasado esquema del “choque de
civilizaciones”. El hecho de que algunos gobiernos hayan llevado muerte y
destrucción por todo el mundo perpetrando bombardeos policiales e imprecisos ataques con aviones no tripulados no tiene nada que ver con este resentimiento.
Sem comentários:
Enviar um comentário