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quinta-feira, 20 de fevereiro de 2014

Visca Catalunya... pero ¿visca Dalí?


El 30 de enero de 1989, ocho días después de la muerte de Salvador Dalí en Figueres a los 84 años de edad, la polémica que le acompañó toda su vida volvió a estallar: como en uno de los actos provocativos y surrealistas que tanto le gustaba protagonizar, Dalí declaraba “heredero universal y libre de todos sus bienes” al Estado español, segúnsu último testamento de septiembre de 1982. El documento anulaba el anterior de 1980, en el que legaba sus bienes, a partes iguales, al Estado y a la Generalitat. Desde ese momento, 700 pinturas y 3.000 dibujos y acuarelas, algunas obras capitales del surrealismo como El gran masturbadory El enigma de Hitler,dos casas, una en Figueres y otra en Port Lligat (Cadaqués), un castillo en Púbol, unos terrenos en la costa y toda su documentación, pasaban a poder del Ministerio de Cultura. Fue el golpe de efecto póstumo de Dalí para Cataluña, que durante décadas no supo cómo encajarlo.

Según escribió Robert Descharnes, el secretario del pintor (fallecido ayer), la primera vez que el artista y el presidente de la Generalitat Jordi Pujol se vieron fue en mayo de 1981, en la suite del hotel Meurice de París. Mientras Pujol contemplaba sentado una las pinturas, Dalí se colocó a su lado y se tiró un sonoro pedo. El genio de Figueres asociaba el apellido del presidente con Joseph Pujol, Le Petoman, famoso por sus conciertos en el Mouline Rouge, donde tocaba inclusoLa Marsellesa con su instrumento humano. Fue la forma de congratularse con el político, pero este sonoro encuentro seguro marcó, y no a favor, la relación posterior.

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