Hace ya varios siglos que la humanidad contrajo un virus
fatal, una especie de pandemia económica a la que, hoy en día, podríamos
llamar coronacapitalismo
El sentido común ha sido tan derrotado en las últimas décadas que vivimos acostumbrados al delirio como lo más normal. Aceptamos como inevitables cosas bien raras. Por ejemplo, que el mayor peligro con el que nos amenaza el coronavirus no es que infecte a las personas, sino que infecta a la economía.
Resulta que nuestra frágil existencia humana no resulta tan vulnerable
como nuestro vulnerable sistema económico, que se resfría a la menor
ocasión. Naomi Klein dijo una vez que los mercados
tienen el carácter de un niño de dos años y que en cualquier momento
pueden cogerse una rabieta o volverse medio locos. Ahora pueden contraer
el coronavirus y desatar quién sabe si una guerra comercial global. Los
economistas no cesan de buscar una vacuna que pueda inyectar fondos a
la economía para inmunizar su precaria etiología neurótica. Se
encontrará una vacuna para la gente, pero lo de la vacuna contra la
histeria financiera resulta más difícil.
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