No hay que confundir la evolución natural de Darwin con la evolución
artificial provocada por el régimen capitalista. El capitalismo vende la
ideología de que los acontecimientos son naturales, es decir,
inevitables, fruto de una determinación áurea a la que los humanos
debemos someternos con silencio resignado. Así, en esta cosmovisión
irracionalmente religiosa o telúrica, siempre habrá ricos y pobres,
beneficios y salarios, oferta y demanda, catástrofes de designio
inefable y recuperaciones milagrosas del orden social, siempre igual a
sí mismo en un eterno retorno donde la historia es una mera relación de
prohombres salvadores y pueblo llano callado y devoto. El diálogo entre
los binomios citados aspira a una armonía celestial: los de arriba
dirigen y llevan sobre sus hombros la colosal tarea intelectual de ser
arúspices y guías hacia el progreso lineal mientras los de abajo
asienten acompasando el ritmo de sus brazos y mentes a la dura labor de
levantar el mundo y suministrar la energía necesaria e imprescindible
para que las sociedades muevan sus engranajes internos e
infraestructuras básicas.
Sem comentários:
Enviar um comentário