El pasado 13 de diciembre, la Unión Europea hizo un anuncio nada usual en ella; tuvo amplia cobertura mediática no solo en sus países miembros, sino también mucho más allá de sus fronteras: denunció las crueldades cometidas en Ucrania y varios países africanos por una organización militar privada, el llamado Grupo Wagner, y sancionó a varios de sus más notorios miembros.
La UE decidió incluir a esos mercenarios en su selectiva lista negra, que implica la prohibición de invertir o tener relaciones comerciales o financieras con cualquiera de los 27 países miembros del club europeo.
¿Por qué se tomó esa decisión particularmente con Wagner y no con las otras decenas de corporaciones privadas militares, que operan en el mundo desde hace décadas, estadounidenses, británicas, israelíes, sudafricanas, canadienses?
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