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domingo, 21 de setembro de 2014

El Greco en carne y hueso


Aún queda mucho de enigma en la figura y la obra de El Greco, quizá el artista más explorado de los últimos años. El más bendecido de redenciones. El más dotado para la superchería académica y de la otra. En él se alternan claridades y penumbras que entusiasman, que desconciertan, que empujan. Soporta todas las teorías, pero una cosa está clara: no acepta las verdades tajantes. El Greco es uno de los creadores más plurales del Renacimiento español -en la parte de Renacimiento que cumplió por estas latitudes-, quizá el más incalculable. Y a la vez que su pintura se va descifrando, su biografía sigue acumulando repintes delirantes, 'falsos fondos' e hipótesis de saldo. Sobre todo, su vida de pintor.
Y ahí, pero con voluntad de revocar tanta filfa, es donde incide la última de las grandes exposiciones del Año Greco, centrada en los días del artista en su taller. ¿Cómo resolvía los encargos? ¿Cómo era el proceso de pintar junto a sus oficiales? ¿De qué modo se sobrepuso a la intemperie de tenerlo todo en contra? La muestra, 'El Greco: arte y oficio', abierta hasta el próximo mes de diciembre en el Museo de Santa Cruz de Toledo y de la que es comisaria Leticia Ruiz, no renuncia a los misterios. Aunque permite caminar por una nueva senda de lectura que ensancha la extraordinaria poética del pintor cretense a través de 92 piezas.

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