Han pasado casi 18desde la guerra “infinita”, las masacres, los desplazamientos masivos de personas, la destrución de ciudades ... ya conocen la historia. Todos la conocemos... más o menos... pero casi siempre es una historia sin ellos y ellas. Casi nunca se oyen sus
voces. En nuestro mundo rara vez se les presta atención. Me refiero a
las personas afganas, iraquíes, sirias, yemeníes, somalíes, libias,
etc., que han sido las más afectadas por nuestras guerras interminables.
Sí, de vez en cuando se publica un artículo sorprendente en los medios
de comunicación estadounidenses, como la reciente investigación conjunta
del Bureau of Investigative Journalism y el New York Times
sobre la matanza de una madre y sus siete hijos (el menor de cuatro
años) en un pueblo afgano provocada por un misil estadounidense JDAM
(masacre que en un principio el ejercito estadounidense desmintió). Fue
uno de los cada vez más frecuentes
ataques aéreos estadounidenses en ese país. En cada uno de los
artículos se puede escuchar la afligida voz del marido, Masih Ur-Rahman
Mubarez, que no estaba ahí cuando cayó la bomba, de modo que vivió para
buscar justicia para su familia (“Tenemos un dicho: permanecer callado
ante la injusticia es un crimen, por lo tanto lo difundiré por todo el
mundo. Hablaré con todos, en todas partes. No me callaré. Pero esto es
Afganistán. Nos oigan o no, seguiremos alzando la voz”).
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