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quinta-feira, 28 de março de 2024

El capital se va a la guerra (y nos arrastra hacia ella)

No creo que el catastrofismo sirva para nada, ni para movilizar a la clase trabajadora contra la guerra ni mucho menos para contrarrestar la euforia militarista de las élites, pero es difícil establecer una lectura alternativa de lo que está sucediendo. La diplomacia está enterrada, los canales de diálogo son inexistentes, se está emprendiendo una carrera armamentística que no es más que el preludio del inminente desastre. Muchos de los ingredientes que llevaron a la gran trituradora de carne humana que fue la Primera Guerra Mundial están sobre la mesa. Pero ya sea por entusiasmo militarista o por ignorancia supina –o ambas cosas a la vez…– los medios de comunicación y los gobiernos occidentales siguen transmitiendo un discurso unidireccional y simplista, en función del cual todo lo que está ocurriendo se explica exclusivamente por los delirios de grandeza de un loco dispuesto a destruir el mundo. Los análisis geopolíticos complejos, cuando más necesarios son, no se tienen nada en cuenta a la hora de fijar las coordenadas que guían la política exterior, tampoco por parte de unos medios de comunicación siempre dispuestos con mucho gusto a explotar la dimensión espectacular de la cosa y que consideran un aburrimiento las tabarras discursivas con cierto fundamento. 

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