Las fotos de Pablo Pérez-Mínguez, fallecido esta noche en Madrid a los 65 años, retrataron en estridente tecnicolor (o brillante cutrelux, que diría él) la explosión cultural y festiva de la movida madrileña. En los lugares míticos de aquel tiempo (finales de los setenta y primeros ochenta) y aquel lugar (una ciudad desmelenada tras la muerte de Franco), siempre se podía contar con su tenaz presencia con una cámara al cuello.
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