La primera vez que Lelia Pérez sintió la quemadura de la picana fue de manos de un soldado chileno. Tenía 16 años, era estudiante de secundaria y fue utilizada como conejillo de indias para que las fuerzas de seguridad de Pinochet perfeccionasen sus técnicas de tortura. Ni siquiera se molestaron en hacerle preguntas.
"Les iban enseñando a otros cómo se hace un interrogatorio, cómo se aplica la corriente, dónde, por cuánto tiempo. Les van explicando y uno está allí y le van aplicando corriente... Lo primero que sentí es que no me estaba pasando a mí. Tenía la impresión de que me miraba a mí misma desde otro lugar. Fue brutal", dice.
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