Ningún conflicto respeta fronteras. Desde el pasado siglo denuncio una infiltración paramilitar que según la revista colombiana Semana, invierte en bingos, casinos, salas de juego y prostíbulos, así como en generosos donativos que logran la pronta reapertura de dichos locales cada vez que son clausurados. Antes que seguir confrontando el conflicto en su propio país, grupos armados de toda índole pasan a operar en Venezuela, donde encuentran menos competencia y autoridades a veces desprevenidas. Dotados de entrenamiento, disciplina y armamento militar, suplantan al hampa criolla y controlan sus territorios. A veces operan como supuestas agencias de seguridad, que “vacunan” para proteger de ellas mismas.
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