Es probable que de todos los pensadores sociales del siglo XX el más influyente haya resultado ser Walter Benjamin (1892-1940). En él confluyen, con una originalidad radical, el misticismo judío, la llamada Escuela de Frankfurt y un marxismo tan singular que ha sido interpretado en su beneficio por las más diversas obediencias. Acaso una explicación de la heterodoxia benjaminiana sea –como lo sugiere el filósofo franco-brasileño Michael Löwy (1938)– su profunda veta anarquista.
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