Cada cierto tiempo resurge públicamente el tema de la prostitución siempre asociada en el imaginario a la trata, y no de forma inocente. Las más extremas de las posiciones abolicionistas empiezan a describir terrores sexuales con un lenguaje propio de Torquemada y las políticas y políticos se erigen como salvadores de estas “pobres mujeres”, apostando por nuevas prohibiciones, más policía, más código penal. A menudo, faltan –o son insuficientemente escuchadas– las voces de las prostitutas, de aquellas que efectivamente van a ver alteradas sus vidas por estas nuevas penalizaciones.
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