El cambio climático ha pasado de habitar un espacio propio del debate científico y político a vertebrar cada vez más ámbitos de la sociedad. Ya no se trata solo de moléculas de CO2 o de grados de temperatura, sino también de emociones. Se ha ido convirtiendo en «emergencia climática» a medida que se nos ha ido haciendo tangible en forma de eventos meteorológicos cada vez más extremos y frecuentes. Para muestra, la reciente ola de calor en Europa en plenas navidades o las impactantes imágenes del agua inundando una tercera parte del territorio de Pakistán.
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