Los bancos centrales no están de suerte. En los momentos más difíciles no atinan demasiado y eso que tienen un poder absoluto en su ámbito de competencia. No hay quien les diga nada. Me refiero especialmente al Banco Central Europeo. Su desempeño durante la crisis financiera internacional o Gran Recesión, como se quiera llamar, no pudo ser más errática, cuando no inoportuna. Sólo en el momento en que los desastres amenazaban con acabar con el euro, in extremis actuó para evitarlo. Eso sí dejando detrás un reguero de víctimas en los países periféricos de la eurozona por una austeridad impuesta por el BCE y la Comisión Europea.
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