El levantamiento dio comienzo en el aniversario de otro, que se había convertido en una revolución. La potencia ocupante tenía informantes por todo el gueto pero, a pesar de sus vastas redes de vigilancia y control, les pilló por sorpresa. Los que se sublevaron lo hicieron sobre todo con ingenio y armas caseras, pero compensaron lo mejor que pudieron la falta de recursos con valentía y una planificación brillante.
Carecían de recursos porque eran refugiados que vivían en un gueto amurallado. Procedían de todas partes, obligados a punta de pistola a abandonar sus hogares en otros lugares antes de acabar en el gueto cercado, donde la potencia ocupante los mantenía medio muertos de hambre, sin permitir la importación de alimentos, medicinas o materiales básicos de construcción.
Cuando la gente se levantó, el alcance de su organización, la planificación impecable y su intención de morir se hizo evidente, a medida que conseguían sorprender y matar a docenas de soldados ocupantes. Llegaron incluso a derribar en un punto los muros del gueto y llevar su sublevación al exterior, conmocionando al ocupante con sus logros.
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