Se cumple un año del inicio de la masacre: no se había visto tal grado de destrucción desde hacía décadas en ninguna otra parte del planeta.
Cerca de 50.000 muertos y 200.000 heridos, unos dos millones de desplazados, almas en pena por la desolación de Gaza, las infraestructuras prácticamente destruidas, hambre, enfermedades y miseria. Ese es el balance, muy resumido y sin detallar, de este año de brutal campaña militar, por aire, mar y tierra, decretada por el régimen de Tel Aviv hace ya un año.
No se había visto tal grado de destrucción desde hacía décadas en ninguna otra parte del planeta; la potencia de las bombas lanzadas por Israel sobre una porción de tierra de apenas 360 kilómetros cuadrados supera los grandes registros de destrucción alcanzados en grandes ciudades europeas durante la II Guerra Mundial; el destrozo sufrido por la ciudad de Gaza en sus escuelas, hospitales, polideportivos, centrales eléctricas, carreteras (las que no sirven para el traslado de las fuerzas de ocupación y sus incursiones), depósitos de agua, etc., no tiene parangón en los registros de las guerras modernas. Todo o casi todo, destruido.
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