Por fin, ayer conseguí mi objetivo. Llevaba casi 20 días intentando acercarme a Tarifa para presenciar la subasta de su famoso besugo. El de la pinta en el lomo (“pagellus bogaraveo”), el bueno, el que llaman voraz en la zona. Un tesoro de las costas atlánticas andaluzas que como tantas otras especies se encuentra en regresión paulatina. Entre el famoso levante (viento cálido), que ejerce de veda natural para los pescadores, y los días de fiesta parecía un empeño imposible
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