No es el cuadro más reconocido de Fortuny, ni uno de los preferidos por el  propio autor, ni se trata de la única odalisca que salió de su paleta. Mientras  la obra del artista reusense genera un interés creciente, este óleo apenas es  reclamado para viajar a exposiciones. Tampoco representa una escena ciudadana  digna de ser recordada, ni sabemos nada sobre la identidad de la modelo. Ni  siquiera está pintado sobre tela, ya que su soporte es un precario cartón lleno  de grietas. Y, sin embargo, La Odalisca de Marià Fortuny está grabada en la memoria de varias generaciones  de barceloneses porque la consideran parte de su educación sentimental, cuando  no abiertamente sexual. Pese a su discreta posición actual en una pared lateral  del MNAC, y aun hoy, en un tiempo en que los mecanismos de  estimulación erótica son múltiples y sofisticados, esta odalisca pervive en la  memoria colectiva.

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