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sábado, 9 de maio de 2015

Crisis terminal del capitalismo o crisis terminal de la humanidad

La enorme contribución de creencias y religiones a la emancipación de nuestra América es uno de los grandes legados que tenemos y al que se añadió –entre luchas contra las oligarquías y los imperios- la fuerza de un liberalismo radical, que más que una ideología es parte esencial de nuestra cultura, tan viva hoy en la lucha por la libertad como en la nueva y enredada lucha de clases y contra el imperialismo.

La creación de espacios laicos en plazas, escuelas y universidades dio a la lucha por la Independencia y la libertad armas notables que se renovaron por pensadores, políticos y revolucionarios del más alto nivel. Muchos de ellos desde siglo XIX han enriquecido nuestras revoluciones con los más variados combates y pensamientos. En todos estos sobresalen con valiosas aportaciones, los zapatistas y sus sucesores en México y La Lacandona, así como los descendientes de Túpac Amaru y otros movimientos indios de América del Sur, que desde hace más quinientos años no han dejado de combatir por sus tierras y sus ideas, y a los que el movimiento boliviano, con Evo Morales y Álvaro García Linera enriquecen con planteamientos de una democracia y un socialismo pluri-étnicos.

A esa variedad de luchas se añaden otras más que siguiendo la vía pacífica de la Unidad Popular y de Salvador Allende en Chile, dan hoy primordial importancia a que del ejército salgan quienes apoyen a su pueblo con férrea lealtad y profundo compromiso moral e ideológico. El general cristiano y revolucionario Hugo Chávez, diestro en la teoría, la política y las armas añadió a la memoria y la imaginación creadora de los movimientos anteriores la contribución insistente de que el socialismo será obra del pueblo o no será, y al mismo tiempo reformuló los planteamientos bolivarianos que enriquecen a la Revolución Latinoamericana y que contribuyen a unir en un proyecto común, contra las intervenciones extranjeras, a todos los dirigentes de América Latina, --tengan la ideología y la posición política que tengan-- para que se unan en la defensa de sus integrantes a fin de que, como un solo bloque, actúen en un mundo dominado por bloques. Al mismo tiempo que Chávez planteó ese proyecto continental y por un mundo en que impere la paz, en su país se propuso emprender una clara lucha por la democracia, la independencia y el socialismo. Chávez se sumó así a quienes en América Latina han hecho importantes contribuciones a la emancipación y la vida humana, desde Cuba, Chile, el Sureste Mexicano, Bolivia y Ecuador.

La originalidad de esas contribuciones, y el hecho de que, América Latina haya sido calificada como la región de avanzada mundial en los nuevos planteamientos por la emancipación, nos induce a pensar en términos locales y universales, sin esperar a que éstos nos vengan de Heidelberg o París como originales a copiar, y sin olvidar que cada movimiento emancipador actuará a su modo, desechando recetas que supuestamente se deben aplicar en todo tiempo y lugar, pero aprovechando conceptos derivados de las más variadas experiencias, y que se repiten aquí y ahora, y aun en esas más concretas hay que ver cómo se comportan en las circunstancias en que cada movimiento actúa.

Con este ánimo tenemos hoy que redefinir claramente el mundo que queremos para que se vea que no estamos hablando por hablar. Tenemos que redefinir y materializar palabras como libertad, justicia y democracia, de las que muchas veces se ha perdido la atención, la memoria y la práctica de su significado verbal y actual. Redefinirlas y materializarlas es parte de una tarea universal, pues en un momento de crisis mundial de las ideologías, como el que vivimos, nosotros mismos usamos esas palabras sin ver cómo las hemos redefinido y cómo las hemos materializado.

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