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quarta-feira, 1 de junho de 2022

¿Quién llora por el Congo?

Con la sobreactuación de los que no se conduelan por nada, en Occidente ciudadanos, figuras estelares, prominentes, referentes morales y políticos intachables -como Boris Johnson- que nunca habrían podido señalar Ucrania en un planisferio, desde hace poco más de tres meses lloran, todas las veces que pueden, a cada uno de los muertos que está dejando la contraofensiva que Rusia desarrolla frente a las agresiones de la OTAN en territorio ucraniano.

Llantos y melindres que no gastaron por los miles de muertos en Donetsk y Lugansk. Ahora es la hora de llorar por los asesinados de Moscú, no importan si estos son mercenarios o nazis autóctonos, acorralados como ratas en los sótanos de la acería Azovstal en Mariupol, los que terminaron como tal exterminados o enjaulados. Por eso la cuestión es llorar, llorar lo más fuerte posible, gritar, patalear, desesperarse, frente a cualquier cámara de televisión, no vaya a ser cosa de que ese Putin no se entere.


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