Durante más de doscientos años se ha dado por sentado que el progreso, la buena vida, un alto nivel de vida y el desarrollo implican el aumento de los ingresos, de la riqueza material y de la producción económica, así como una mayor sofisticación técnica y un uso más intensivo de los recursos. Para los países más pobres esto ha significado esforzarse por ser como los países ricos. A nadie se le había ocurrido la posibilidad de que los países ricos hubieran cometido un error terrible, incluso suicida… hasta hace poco, cuando hemos empezado a darnos cuenta de que la búsqueda de la riqueza y el crecimiento está acabando con el planeta.
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