Una conclusión sobre la que parece haber consenso internacional es que
la potencia global que es EEUU atraviesa un período ganado por la
incertidumbre. Incertezas que se trasladan al resto del mundo que ya
venía sacudido por las evidencias de que la globalización neoliberal
estaba empantanada y que en muchas regiones crecían las tendencias
proteccionistas, muchas de ellas emparentadas ideológicamente con las
que enuncia Donald Trump.
El resultado electoral en las presidenciales de EEUU parece más sustentado en la debacle del partido demócrata que en los méritos del candidato triunfante. Millones de afroamericanos, de hispanos y de trabajadores, voto tradicionalmente cautivo de los demócratas, han virado hacia el partido republicano, con un agravante: Trump triunfó incluso sobre su propio partido. Se ha abierto así un período de fuerte incertidumbre que trasciende las fronteras y se expande también al ámbito internacional.
Si alguien se guía por los dichos en la campaña electoral del presidente electo, este no pareciera tener –tanto en el plano local como en el internacional- un programa detallado, más bien se trataría de una serie de enunciados a veces contradictorios entre sí. Más allá de haber sido caracterizado como incompetente e inculto, entre otros epítetos de sus opositores, su personalidad es la de un hombre de negocios de esta época, que mira todo a través de la óptica mercantilista. Conservador y muchas veces errático, pero que muestra una continuidad en su xenofobia, su racismo y su sexismo. En lo que va desde que se conocieron los resultados hasta ahora se ha preocupado por fortalecer un polo derechista extremo y seleccionar un conjunto de reaccionarios para cubrir puestos institucionales, especialmente en las áreas de seguridad.
Para agregar mayor incertidumbre el resultado de las urnas le ha otorgado la mayoría en ambas cámaras –de representantes y de senadores- aunque los republicanos no lo acompañaron mayoritariamente. Por lo tanto cual será el apoyo de su base parlamentaria es por ahora una gran incógnita.
El resultado electoral en las presidenciales de EEUU parece más sustentado en la debacle del partido demócrata que en los méritos del candidato triunfante. Millones de afroamericanos, de hispanos y de trabajadores, voto tradicionalmente cautivo de los demócratas, han virado hacia el partido republicano, con un agravante: Trump triunfó incluso sobre su propio partido. Se ha abierto así un período de fuerte incertidumbre que trasciende las fronteras y se expande también al ámbito internacional.
Si alguien se guía por los dichos en la campaña electoral del presidente electo, este no pareciera tener –tanto en el plano local como en el internacional- un programa detallado, más bien se trataría de una serie de enunciados a veces contradictorios entre sí. Más allá de haber sido caracterizado como incompetente e inculto, entre otros epítetos de sus opositores, su personalidad es la de un hombre de negocios de esta época, que mira todo a través de la óptica mercantilista. Conservador y muchas veces errático, pero que muestra una continuidad en su xenofobia, su racismo y su sexismo. En lo que va desde que se conocieron los resultados hasta ahora se ha preocupado por fortalecer un polo derechista extremo y seleccionar un conjunto de reaccionarios para cubrir puestos institucionales, especialmente en las áreas de seguridad.
Para agregar mayor incertidumbre el resultado de las urnas le ha otorgado la mayoría en ambas cámaras –de representantes y de senadores- aunque los republicanos no lo acompañaron mayoritariamente. Por lo tanto cual será el apoyo de su base parlamentaria es por ahora una gran incógnita.
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