En 1962, como lateral del equipo de fútbol americano Boston Patriots,
Walter Beach convocó a un debate a sus compañeros de equipo negros.
Eran unos cinco.
El tema a debatir era qué hacer con un partido
amistoso contra los Houston Oilers programado en Nueva Orleans. Como era
costumbre y norma en ese momento en la mayor parte del sur, el
alojamiento del equipo tenía que estar segregado. Los organizadores
planearon alojar a los jugadores negros de ambos equipos en un hotel a
más de tres kilómetros de distancia. "Todos estábamos de acuerdo en que
no queríamos participar", afirma Beach.
Los jugadores, liderados
por Beach, pidieron al equipo que simplemente les dejase volar y
regresar el día del partido para no someterse a la humillación de Jim
Crow, el nombre concedido a las leyes aprobadas por estados sureños para
imponer legalmente la segregación tras la guerra civil.
Beach
recuerda que, efectivamente, su equipo le compró un billete. Un billete
de vuelta a casa. Estaba despedido. Cinco años después, retirado, se
encontró de nuevo en el cruce entre activismo y deporte. El campeón
mundial de boxeo de pesos pesados, Muhammad Ali, estaba siendo duramente
criticado, sin mencionar la posibilidad de que acabase en prisión y de
que se le retirasen sus títulos, por su negativa a ser reclutado para ir
a la guerra de Vietnam.