Ahora sabemos qué es lo que se necesita para cambiar, por poco tiempo,
el guion sobre Arabia Saudí. Hay que asesinar a un periodista en una
embajada por orden del príncipe heredero, desmembrar su cuerpo con un
serrucho para huesos y después disolver los restos sacrificados en una
cuba de ácido. Aunque no a cualquier periodista. Los saudíes han matado y
encarcelado a muchos periodistas antes. Pero Jamal Khashoggi era un
periodista que trabajaba para el Washington Post, un periódico
que es propiedad del hombre más rico del mundo. Por lo general, los
saudíes se limitan a comprar a sus críticos. Sin embargo, en esta
ocasión se han encontrado con que Jeff Bezos es un hombre demasiado rico
para poder comprarle.
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