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quinta-feira, 15 de dezembro de 2016

Bailando sobre la destrucción

Bashar al-Asad puede bailar sobre los escombros de Alepo, entrar con su ejército y las milicias de sus aliados fundamentalistas en la ciudad, vengarse de su ciudadela y destruir la tumba de Al-Mutanabbi [1], anunciando su victoria sobre la bella ciudad y lo que queda de ella.

Por su parte, los países árabes y regionales que han arrasado el levantamiento popular sirio con dinero, petróleo, gas y armas inservibles, pueden cantar, incluso viendo cómo sus seguidores son derrotados, porque han logrado abortar la idea de la libertad y la dignidad del ser humano que hizo que cientos de miles de sirios ocuparan las calles con sus proclamas y su muerte, que han tomado el cielo.

Putin puede jactarse de que la intervención de sus aviones, expertos y maquinaria de destrucción que posee Rusia ha convertido Siria en un Grozni y ha hecho realidad el deseo del pequeño dictador sirio, que había lanzado el siguiente lema: “Asad o quemamos el país”.

La diplomacia estadounidense puede dar al mundo una lección de escoria, indignidad y palabras vacías de significado, mientras presencia cómo ha logrado destruir Siria con un coste mucho menor que el que tuvo la destrucción de Iraq.

El déspota sirio ha destruido su país con sus propias manos, apoyándose en una negra alianza regional e internacional, y cree que recuperará sobre la destrucción de Siria un atípico Imperio Ruso o el sueño imperial iraní.

El Israel racista del Likud puede sentirse embriagado ante la visión de la destrucción del Bilad al-Sham a manos del dictador.

Por último, los fundamentalistas pueden estar orgullosos de que su represión del pueblo sirio en aquellas zonas en las que tomaron el control no ha sido menos salvaje que la represión del régimen. Cuando pisaron la bandera de la revolución siria, estaban pisando el sueño democrático. Con ello, acumularon una nueva experiencia cruenta que les capacitó para jugar nuevos papeles ante sus dirigentes directos e indirectos.

Todos los asesinos y carniceros se han reunido para asesinar a Siria y humillar a su pueblo. Cuando se secuestra a Razan Zaitouneh y Samira Khalil en Duma, gobernada por el Ejército del Islam, cuando los fundamentalistas solo elevan lemas de humillación a la mujer siria, cuando las únicas preocupaciones de Daesh son el cautiverio, el asesinato y la destrucción, estamos ante una escena que reformula el salvajismo de la prisión de Tadmor [2], la insistencia de los shabbiha del régimen en obligar a los detenidos a divinizar a Asad, la celebración del asesinato, la violación y la humillación que dominan a la perfección los shabbiha mientras asolan Siria y convierten el recuerdo de Timurlán en una escena del presente.

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