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quarta-feira, 21 de dezembro de 2016

Radiografía de una insurrección

El 20 de diciembre de 2001 tuvo lugar, en Argentina, una jornada de lucha que superó los planes conspirativos del aparato político institucional, materializado en el PJ, y abrió una nueva etapa política y económica que todavía sigue latente. 
 
1. Carlos “Petete” Almirón (24) era uno de esos pibes que sienten culpa por dormir con frazada en invierno y comer dos veces al día. Tal vez por eso estaba tan flaco. El 19 se despidió de su mamá, Marta, que le dice que se cuide como tantas otras veces en los últimos años de su militancia social. El 20 por la tarde, en Bernardo de Irigoyen y Av. de Mayo, un policía de la Fuerza 2 del Cuerpo de Operaciones Federales, al mando del subcomisario Weber, descargó su arma no reglamentaria en el pecho de Petete. Fue el mismo grupo que asesinó a Gastón Riva (30) y Diego Lamagna (26), muertos ese día. Tiempo después, durante el gobierno de Kirchner, Weber fue ascendido a comisario. El cuerpo de Petete, aún con vida, fue arrastrado por la gente hasta Hipólito Yrigoyen, donde pasaban las ambulancias, que lo trasladaron hasta el Hospital Argerich. A eso de las 19, en medio de los festejos, un compañero de Petete que no podía festejar, se comunicó con la madre para decirle que su hijo estaba muy herido. Petete siguió luchando, pasó la primera operación pero no la segunda. Extrañamente, la pueblada del 20 de diciembre nos dejó un sabor a victoria y a la vez un sabor a derrota. Los responsables de los 38 muertos siguen libres, y a la sociedad no parece importarle demasiado. Marta dice: “Que se vayan todos, y están todos menos los que murieron”. Pero algo más dejó Petete en su batalla, algo más portaban sus piedras, la semilla de un germen que, creemos, crece en las cañerías de un pueblo tan ardiente como complejo.
2. Los hormigueros empezaron a explotar el 12 de diciembre. El pueblo que atravesaba una de las peores crisis económicas, decidió no quedarse en su casa mirando el plato vacío, como le habían querido enseñar con años de terrorismo de Estado, sino salir a las calles en malón aunque sea para asaltar el monopolio comercial de los hipermercados. De todas formas, allí donde los desocupados estaban mejor organizados, fue donde se registró la menor cantidad de saqueos a comercios. En ese clima social, nació la revuelta popular que cambió la historia de este país. Duró 24 horas, del 19 al 20, y concluyó con la renuncia del gobierno aliancista. Según testimonios y cálculos estimativos, se podría decir que el 19 al atardecer, tras el anuncio desafortunado de Estado de Sitio por parte del presidente Fernando De la Rúa , unas 200 mil personas se movilizaron como torrente desde los barrios para congregarse en torno a la Casa Rosada y el Congreso Nacional, estableciendo un corredor permanente entre uno y otro. Pero la movilización fue mucho más grande, en cada barrio de la Capital , en la Quinta de Olivos y casas de funcionarios, los porteños encendieron fogatas e hicieron sonar las cacerolas. Juliana, estudiante universitaria, cuenta: “ La Quinta de Olivos era como un capítulo de los Simpson, toda la gente del pueblo estaba en situación de lucha... el de las alfombras caceroleando, mi profe de guitarra tirando piedras al portón, mi vieja gritándoles ¡Nazis! a los polis que nos tiraban a los perros encima...” En total, unas 800 mil personas se habrían movilizado y protestado con fuerza el 19.

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