Tiempos de crisis, tiempos de balances, de autocríticas, de
búsqueda de nuevos horizontes. Después de tantos años de éxito del
modelo de desarrollo económico con distribución de renta, cuando surgen
problemas, graves algunos, con sustitución de gobiernos en Argentina y
Brasil, se oye el coro de: ¡balance autocrítico!
A veces da la
impresión que el modelo no fue un éxito durante más de una década, antes
de entrar en crisis. Que Argentina no fue rescatada de la peor crisis
de su historia. Que Brasil no dejó, por primera vez en su historia, el
mapa del hambre. Como si se tratara de hacer un balance de un gran
error, de un malentendido, de un fracaso. Se unen la derecha y sectores
de la ultraizquierda para intentar pasar la versión de que nada de
fundamental ha pasado en esos países en este siglo. De que todo es una
ilusión pasajera, de que la vida de millones de personas no ha mejorado
mucho durante más de una década.
De hecho, quien en la izquierda
más se ha equivocado y no ha hecho autocrítica hasta ahora han sido las
ultraizquierdas. Esas corrientes han afirmado, allá en los comienzos de
los gobiernos progresistas latinoamericanos, que serían una continuación
de los gobiernos neoliberales, que habían traicionado a la izquierda,
que fracasarían, serían desenmascarados por los pueblos y sustituidos,
seguramente, por corrientes de ultraizquierda. Con variantes en cada
país, esas posiciones valían para Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina
Kirchner, el Frente Amplio de Uruguay, Evo Morales, Rafael Correa.
Pero
la realidad quiso otra cosa. Las previsiones macabras no se han
realizado, el pueblo ha reconocido las medidas de esos gobiernos, les ha
elegido y relegido, consagrándolos como los más grandes líderes
populares de la izquierda en este siglo.
El balance de la
izquierda que ha comandado esos procesos parte de los avances logrados,
de los problemas no resueltos por esos gobiernos, hace autocrítica de
los errores cometidos, en la perspectiva retomada del modelo de
desarrollo económico con distribución, a partir de las experiencias
acumuladas, en las nuevas condiciones nacionales e internacionales. Es,
asimismo, un balance concreto, porque son fuerzas que tienen capacidad
de pasar de la crítica y la autocrítica a la acción concreta, en lugar
de quedar, de forma narcisista, mirándose al espejo.
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