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segunda-feira, 19 de dezembro de 2016

El reto de la “paz neoliberal”

La “fiesta” en Oslo fue por todo lo alto. Además de los actos protocolarios, abrazos y sonrisas, pomposos discursos y la entrega del premio Nobel, se realizó una entusiasta marcha de antorchas, diálogos bilaterales del mandatario colombiano con altos dignatarios noruegos y una gira “triunfal” por varios países europeos para socializar el nuevo acuerdo con diversos gobiernos a fin de ratificar los apoyos económicos prometidos para financiar el “posconflicto”.
El escritor Héctor Abad Facio-Lince en su columna de El Espectador (http://bit.ly/2gsihqP), rebosante de entusiasmo escribió una inspirada pieza literaria en cuatro actos, hace una reseña del proceso de paz y resalta la habilidad, firmeza y valentía del “presidente de la paz”. En su frenesí pacifista lo eleva a nivel de figura histórica. Al final, en el epílogo, para calmar conciencia y no ir a quedar mal con el futuro, le pide a Santos que deje de ser Santos para poder rematar su obra. Buen recurso para impedir que la sanción de la historia caiga sobre él o sobre su escrito.
Olvida el novelista que la “valentía” de Santos se apoya en las “donaciones para la paz” que ha ofrecido la “comunidad internacional” para garantizar las inversiones de los grandes emporios capitalistas que tienen puesta la mira en el petróleo de los Llanos del Yarí, las tierras de la Orinoquía, la biodiversidad de la Amazonía y del Chocó Biogeográfico, la riqueza de regiones con gran potencial turístico, y el apetecible mercado de 45 millones de personas. Para tal fin, ya se confeccionó la teoría de la “nueva economía”, se ideó la política de la reforma tributaria estructural, se elaboraron los planes y se firmaron los convenios para hacer realidad la “bonanza de la paz”. Con ese incentivo hasta el cobarde más temeroso se convierte en un osado combatiente.
Esa es la esencia de la “paz neoliberal”. Los símbolos utilizados y los mensajes enviados en la entrega del Nobel así lo muestran. Otra evidencia es lo que se ocultó en esa ceremonia. Solo una pequeña mención a la voluntad de paz de los contrincantes; ninguna evocación a las víctimas del paramilitarismo; menos, alguna referencia a los crímenes de Estado. Lo “feo” y molesto debe esconderse debajo de la alfombra. Claro, es la derrota de las FARC. No con la pax romana como quería Uribe sino con la promesa de ríos de leche y miel que intentan borrar cualquier vestigio de rebeldía. Es el triunfo del gran capital sobre la ilusión justiciera. Y no podía ser de otra manera.

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