La “fiesta” en Oslo fue por todo lo alto. Además de los actos
protocolarios, abrazos y sonrisas, pomposos discursos y la entrega del
premio Nobel, se realizó una entusiasta marcha de antorchas, diálogos
bilaterales del mandatario colombiano con altos dignatarios noruegos y
una gira “triunfal” por varios países europeos para socializar el nuevo
acuerdo con diversos gobiernos a fin de ratificar los apoyos económicos
prometidos para financiar el “posconflicto”.
El escritor Héctor Abad Facio-Lince en su columna de El Espectador (http://bit.ly/2gsihqP),
rebosante de entusiasmo escribió una inspirada pieza literaria en
cuatro actos, hace una reseña del proceso de paz y resalta la habilidad,
firmeza y valentía del “presidente de la paz”. En su frenesí pacifista
lo eleva a nivel de figura histórica. Al final, en el epílogo, para
calmar conciencia y no ir a quedar mal con el futuro, le pide a Santos
que deje de ser Santos para poder rematar su obra. Buen recurso para
impedir que la sanción de la historia caiga sobre él o sobre su escrito.
Olvida el novelista que la “valentía” de Santos se apoya en
las “donaciones para la paz” que ha ofrecido la “comunidad
internacional” para garantizar las inversiones de los grandes emporios
capitalistas que tienen puesta la mira en el petróleo de los Llanos del
Yarí, las tierras de la Orinoquía, la biodiversidad de la Amazonía y del
Chocó Biogeográfico, la riqueza de regiones con gran potencial
turístico, y el apetecible mercado de 45 millones de personas. Para tal
fin, ya se confeccionó la teoría de la “nueva economía”, se ideó la
política de la reforma tributaria estructural, se elaboraron los planes y
se firmaron los convenios para hacer realidad la “bonanza de la paz”.
Con ese incentivo hasta el cobarde más temeroso se convierte en un osado
combatiente.
Esa es la esencia de la “paz neoliberal”. Los
símbolos utilizados y los mensajes enviados en la entrega del Nobel así
lo muestran. Otra evidencia es lo que se ocultó en esa ceremonia. Solo
una pequeña mención a la voluntad de paz de los contrincantes; ninguna
evocación a las víctimas del paramilitarismo; menos, alguna referencia a
los crímenes de Estado. Lo “feo” y molesto debe esconderse debajo de la
alfombra. Claro, es la derrota de las FARC. No con la pax romana
como quería Uribe sino con la promesa de ríos de leche y miel que
intentan borrar cualquier vestigio de rebeldía. Es el triunfo del gran
capital sobre la ilusión justiciera. Y no podía ser de otra manera.
Sem comentários:
Enviar um comentário