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sábado, 10 de dezembro de 2016

Túnez: memoria y democracia

El autor analiza las sesiones ofrecidas por televisión en las que los tunecinos pudieron escuchar testimonios de tortura y desapariciones relatadas en voz alta por las víctimas. «Si no se puede decir en voz alta ‘aquí hubo una dictadura’, es que esa dictadura no está completamente superada», sostiene.

Durante tres años la Instancia Verdad y Dignidad ha visto entorpecidos y hasta saboteados sus trabajos de información y recopilación por parte del ancien régime, reciclado ahora en el Gobierno
En medio del caos regional y del ensombrecimiento general, la pequeña y olvidada Túnez sigue dando buenas noticias. He esperado algún eco en la prensa y, ante el ensordecedor silencio, me siento impelido a recordarlo. Hace veinte días los propios tunecinos se vieron sorprendidos –sacudidos, golpeados, conmovidos– por los testimonios de tortura y desaparición relatados en voz alta por víctimas de las dos dictaduras (la de Bourguiba hasta 1987, la de Ben Ali hasta 2011), testimonios retransmitidos en directo por cuatro canales de televisión. Fueron dos sesiones de cuatro horas, el jueves 17 y el viernes 18 de noviembre, en horas de máxima audiencia, que los ciudadanos individuales olvidarán más o menos deprisa, pero que marca un umbral simbólico de difícil retorno. Establecida legalmente como institución del Estado en diciembre de 2013 por el entonces Gobierno de coalición encabezado por Ennahda, la Instancia Verdad y Dignidad, cuya misión es facilitar el proceso de justicia transicional, ha recibido 62.000 denuncias de torturas y desaparición y ha grabado ya 11.000 testimonios. Son algunos de estos testimonios, ahora en vivo, los que pudieron escucharse en el club Elyssa de Sidi Bou Said, ex residencia privada de Leila Trabelsi, esposa del exdictador, convertido para la ocasión en escenario simbólico de «esta terapia de grupo –dirá el abogado y periodista Riadh Guerfali– contra la barbarie presente y venidera».

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