Tras la firma del Plan Integral de Acción Conjunta –JCPOA por sus siglas
en inglés – acordado en Suiza en julio del año 2015 entre el G5+ 1 –
conformado por Rusia, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y
Alemania y como contraparte a la República Islámica de Irán-, este
último país, que ha cumplido cada uno de los puntos de dicho acuerdo,
sufre una guerra sucia a través de la presión, intensificación y
prórroga de las sanciones políticas y económicas del gobierno de Estados
Unidos. Washington incumple así sus compromisos internacionales de
la mano de un Congreso dominado, mayoritariamente, por el sector
belicista del establishment político estadounidense. Esto, en las
postrimerías del gobierno del demócrata Barack Hussein Obama, que ha
sido incapaz de cumplir lo señalado ante sus socios occidentales:
“vetaremos cualquier decisión del Congreso Estadounidense destinado a
imponer o prorrogar sanciones contra Irán tras la firma de los acuerdos
nucleares”. Si bien el presidente de Estados Unidos se negó a firmar una
renovación de las sanciones contra Irán, impulsadas por un Congreso con
mayoría republicana, aún así se convirtió en Ley por una cláusula
constitucional al no ejercer el veto presidencial prometido.
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