De entrada quiero pedir disculpas a mi amigo Atilio Borón. Merezco -y
acepto humildemente- su contundente respuesta a una cita abusiva en un
artículo de urgencia. Ni el dolor ni la convicción eximen de la
cortesía, y menos la que reclama un intelectual -y, aún más, una
persona- cuyo trabajo teórico y militante aprecio desde hace años. Si no
cité su nombre fue por dos motivos. El primero un cierto pudor
respetuoso hacia el amigo. El segundo un cierto pudor respetuoso hacia
uno de los intelectuales marxistas que menos representan -o
representaban- la posición criticada en mi artículo.
Digo
“representaban” porque su legítima respuesta, a la que yo había dado
razones, da la razón, sin embargo, a mi crítica general. Ahora sí, mi
artículo sobre “geopolítica del desastre” incluye también a Atilio
Borón, como si en realidad hubiese sido escrito para dar respuesta a su
respuesta. La “cita abusiva” que me reprocho se ha convertido, a través
de su nota reactiva, en una justificación retrospectiva de mi “abuso”.
Por eso tengo poco que añadir a lo ya escrito.
Añadiré algo. O
repetiré mucho. Atilio Borón nos apabulla en su respuesta con datos
incontrovertibles sobre la hegemonía militar estadounidense. Quiero
creer que en este punto estamos todos de acuerdo, incluido el Pentágono.
No es eso lo que está en discusión. Como los imperios “declinan y
pasan”, según la expresión de Escipión, destructor de Cartago, y la
historia no acaba, de lo que se trata es de saber si en los últimos años
se han producido cambios en esa hegemonía y si han traído o no
perspectivas de liberación para la humanidad. Equivocado o no, esa es la
cuestión que abordaba en mi texto a partir de tres presupuestos:
a) el debilitamiento global del imperio estadounidense
Sem comentários:
Enviar um comentário