Después de la victoria israelí en la guerra de 1967 se hizo imposible
para los ideólogos sionistas enmascarar la verdadera naturaleza de su
Estado: un régimen colonial inquebrantable con una agenda expansionista.
Si bien el sionismo fue sin duda una empresa colonial desde
el principio, muchos sionistas se negaron a percibirse a sí mismos como
colonizadores. Los “sionistas culturales“, los “sionistas reformistas” y los “sionistas laboristas” abogaban por agendas políticas similares a las “revisionistas”
y otras formas extremas de sionismo. Cuando se puso a prueba, la
diferencia entre el sionismo de izquierda y de derecha demostró ser una
simple semántica ideológica. Ambos grupos trabajaron para mantener la
misma disonancia cognitiva: víctimas en busca de una patria y colonos
con una agenda racista y violenta.
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