A lo largo de la extensa frontera entre Estados Unidos y México, las
temperaturas en verano alcanzan fácilmente los 40º C. El desierto de
Sonora se extiende a ambos lados de la frontera y se erige como una
barrera mortal para los miles de migrantes que buscan una vida mejor en
el norte. Miles de personas anónimas han muerto en estos desiertos
mientras seguían la ruta conocida como “el camino del diablo”. Nunca
sabremos cuántos han muerto, ya que el desierto borra la evidencia de
los que se desvanecen allí; los buitres, coyotes e insectos rápidamente
se abalanzan sobre los cadáveres y dejan solo los huesos blanqueados. Se
han hallado restos de más de 3.000 personas, pero los expertos estiman
que más de 10.000 han muerto al intentar cruzar el desierto. Varios
grupos de voluntarios han estado deambulando durante años por las arenas
ardientes del Sonora, dejando comida, agua y medicamentos a lo largo de
los senderos conocidos de los migrantes y haciendo todo lo posible para
reducir la letalidad del desierto.
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