Siempre sobra un trocito de hilo en una autopsia. Teresa Margolles (Culiacán, Sinaloa, 1963) unió los restos empleados en la costura de 127 cadáveres marcados por la violencia y colgó la cuerda resultante de un extremo a otro en una habitación. A los visitantes debió sobrecogerles más que si hubieran asistido a la autopsia en primera línea. Es difícil acceder al alma de Teresa Margolles. Igual que se guarece de la exposición pública bajo un uniforme de un negro impoluto de cabeza a pies (botas, pantalón de peto, camiseta, trenzas fridakhalo y khol), su intimidad se parapeta tras una obra que –ella sí- vocifera contra la violencia. “Mi trinchera es el arte”.
Sem comentários:
Enviar um comentário