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quinta-feira, 19 de novembro de 2015

Un atentado en la fase de los Imperios Combatientes

La dramática serie de atentados de París tiene lugar en la fase de los Imperios Combatientes. El concepto designa lo que ha venido después de la guerra fría, aquél conflicto Este-Oeste que creíamos lo peor posible. Su eje central es la tensión entre la tríada occidental, que incluye a Japón además de los Estados Unidos y la UE, y los llamados BRICs, las potencias emergentes.
Esto de ahora es peor porque es mayor. No implica solo a dos imperios del Norte, con sus respectivos vasallos del Sur como comparsas, sino que afecta a más centros y geográficamente más dispersos. También es mayor el número de esos centros en posesión de armas de destrucción masiva. Ya no son solo aquellos dos viejos conocidos con uno de ellos, Estados Unidos, inventando nuevas tecnologías militares (el submarino y la aviación estratégicos, los misiles intercontinentales y sus sucesivos desarrollos con múltiples cabezas, los misiles nucleares tácticos de crucero, la militarización del espacio) y el otro, la URSS, poniéndose al día siempre por detrás y con la lengua afuera a costa de la penuria de su población. Ahora la dialéctica deviene multiplicación. Es peor, también porque el cambio de la fase bipolar a la actual multipolar facilita disparates.
Los catorce años de la llamada “guerra contra el terror” han sido un enorme desastre. El intento de alterar el estado de cosas en Oriente Medio comenzó en 1990, en el mismo momento en que Moscú comunicó a Washington que se retiraba del campo de batalla y que el Pentágono creyó que podría en solitario con el peso del mundo. El atentado neoyorkino que la inauguró y pretextó era un claro subproducto de la guerra fría. Bin Laden era resultado de la cocina contra la URSS en Afganistán, un producto que adquirió vida propia. Esos catorce años produjeron más de un millón de muertos, extendieron el terrorismo y la violencia, crearon millones de refugiados y desplazados, y desestabilizaron aún más, o simplemente disolvieron países enteros. El Estado Islámico nace de diversas fuentes, pero su partida de nacimiento es incomprensible sin atender al hecho central: que Estados enteros como, Afganistán, Iraq, Libia y Siria, han sido disueltos y que todos ellos están situados en, o alrededor de, la primera zona energética del mundo en una época en la que el carácter limitado de esos recursos convierte la disputa por ellos en asunto particularmente crucial de la disputa entre imperios.

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