Existen el horror, la emoción que este suscita y la instrumentalización de la misma. Esas tres dimensiones de la actualidad son fácil y permanentemente confundidas en el terremoto ideológico que invade nuestros medios de comunicación hasta la náusea. Comunicadores, pseudoexpertos, cronistas y políticos se suceden en los platós para llamarnos de forma convergente a renunciar a la reflexión sobre las causas, para amenazar a quienes rechazan hacerlo, para legitimar las medidas liberticidas tomadas por el Gobierno, para imponer una lógica de guerra interna, etc.
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