La ya histórica disputa sobre las formas de la representación
institucional en Italia se llevó puesto a un nuevo primer ministro,
Matteo Renzi, ampliando así el clima de incertidumbre política en toda
Europa. Ni la victoria del candidato del Partido Verde austríaco, Van
der Bellen, frente al de la extrema derecha xenófoba en las elecciones
presidenciales de ese país, pudo morigerar la decepción del establishment europeo frente a la derrota de Renzi. Se trata de un claro avance de los sectores “euro-escépticos” italianos. Una más.
El referéndum
El
primer ministro Matteo Renzi asumió su cargo en 2014 sin haber sido
elegido por nadie. En las elecciones de 2013, el ganador fue su
compañero del Partido Democrático, Pierluigi Bersani, quien tras haberle
ganado la interna en 2012 y destronado a los seguidores del derechista
Silvio Berlusconi del poder, se hizo cargo del gobierno.
Pero el
sistema institucional italiano, plagado de organismos de control y
métodos de contrapeso institucional, le requirió a Bersani un apoyo
político amplio que nunca logró, y debió renunciar. Renzi, joven jefe
del partido más votado en 2013, asumió la jefatura del gobierno tras una
serie de artilugios políticos, con el apoyo de los delfines de
Berlusconi, y la promesa explícita de reformar todo el sistema que
permitía que gente como él llegara a gobernar sin haberse sometido a la
elección popular.
Esa propuesta, postergada durante meses y
aprobada en el Parlamento recién en abril de este año, fue la principal
carta política del gobierno Renzi. Ésta consistía en reformar algunos
artículos de la constitución para reducir los miembros y el poder del
Senado y otras instituciones consagradas en la Carta Magna de 1946. El
objetivo era claro, evitar las crisis de gobierno que llevaron a Italia a
cambiar su ejecutivo una vez cada dos años en promedio desde los años
50.
La reforma constitucional fue presentada al electorado
italiano en los últimos meses como la solución a todos los problemas,
económicos y políticos que el país vivió en las últimas décadas. Hasta
la Asociación Nacional de Partisanos, combatientes antifascistas de la
Segunda Guerra Mundial, se opusieron con fervor a la propuesta de este
joven líder que se presentaba como la renovación de la centro izquierda a
pesar de su pasado en la Democracia Cristiana. El progresismo y la
izquierda bocharon de entrada la reforma, por la quita en derechos de
representación y el ajuste a la participación del Estado en la economía
que suponía. La derecha vio en la campaña por el “No” la posibilidad de
acumular políticamente con su discurso anti-establishment, muy de moda
por estos tiempos. Y ganaron, provocando en los hechos la renuncia de
Renzi.
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