Pocas dudas caben sobre la calidad de Mario Vargas Llosa como narrador. Si bien sus obras más recientes no tienen el mismo 
espesor literario de las que les precedieron, el peruano sigue siendo un
 notable escritor. Pero como lo he demostrado en un libro de muy próxima
 aparición, El Hechicero de la Tribu, su talento como analista 
político, siendo benévolos diríamos que no supera la mediocridad. 
Claramente el análisis político no es lo suyo porque ni conoce las 
teorías y, mucho menos, la metodología; su mundo, en el cual navega con 
maestría, es la ficción. Y como él mismo lo ha dicho más de una vez, un 
escritor es alguien que escribe mentiras que parecen verdades. La 
elegancia y precisión formal de su escritura, acompañada a menudo por un
 énfasis rayano en el fanatismo cuando trata asuntos políticos o 
ideológicos, ejerce una poderosa seducción sobre sus lectores.  
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