Algo
se ha logrado, menos de aquello que era deseable para el antirracismo activo y
pasivo de las Américas, aquel de antes y este de ahora, pero aun así es
demasiado para los actuales herederos del colonialismo europeo. Mucho con demasiado
de la riqueza nacional para su clase, incluyendo ventajas exclusivas. Los
enriquecidos tienen color y los empobrecidos también. Color racial. Ahí está, a
menos de un jeme de nuestras narices, aconsejando con frases endulzadas con el
azúcar impalpable de la academia eurocéntrica: “esto no es de negros contra
blancos”; “el racista eres tú”; “todos somos humanos”. El afroproletariado mira
pa’un lado y mira pa’otro, la salvación no viene de la derecha ni de la
izquierda. Ni siquiera un chininín de razones arcaicas (con algún punto de
validez) para estas esquinas palenqueras (o quilombolas) que tienen las prisas
de la emergencia social, porque la política está boqueando algún mal del
entendimiento. Y los sustos colectivos por el Covid-19.
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