La inmensa mayoría de peruanos intuye o toma conciencia de que no se trata solo de presidentes o gobiernos corruptos y vendepatrias sino en la mafiosa constitución fujimorista de 1993, y que el suicidio político de Castillo lo aprovechó la pandilla ultraderechista parlamentaria para sacarlo y darle cariz legal a la sucesión presidencial no hace más que prolongar y ampliar el robo y malversación de los fondos públicos.
La percepción popular creció desde la defección del gobierno de Pedro Castillo y el manejo delincuencial y corrupto de un Congreso que sólo existe para el enriquecimiento personal de la casta privilegiada de los delincuentes de cuello, corbata y leyes truchas en las manos. No hay nada más errado y perverso que pensar que las movilizaciones son para pedir la reposición de Castillo, señala el analista Vicente Otta.
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