Otro asesinato despiadado y atroz acaba con la vida de una joven de 15
años. Se llamaba Vanessa Ferrer y vivía en Chelle, Valencia. Ella es la
víctima 86 según fuentes como feminicidio.net, pero no será considerada
víctima de violencia de género porque no había relación sentimental
entre el asesino y Vanessa. ¿Acaso alguien puede dudar de que la mataron
por ser mujer, con violencia y con saña?
Demasiadas sinrazones asolan las cifras de mujeres asesinadas a manos de
un hombre, tengan relación con las mujeres asesinadas (parejas, ex
parejas, vecinos, amigos,…) o no. Demasiados silencios prolongan el
sufrimiento de las mujeres que padecen violencias y de sus menores y
familias porque no sienten el respaldo de un Estado que no vuelca su
acción política en buscar soluciones, en querer que las mujeres tengan
una vida digna de ser vivida.
Este terrorismo machista incrementa las estadísticas, los números sin que se haga lo necesario o suficiente para abolir de raíz la violencia contra las mujeres. Claro está que la violencia que sufren las mujeres es un asunto de construcción de una sociedad, de un sistema que se cimenta en la más radical desigualdad entre géneros. Porque si queremos saber qué violencias desgarran las vidas de miles, de millones de mujeres tenemos que atender a las facetas de la vida de las mujeres donde la dignidad ni está ni se le espera. Las condiciones laborales, salariales, el sistema de bienestar, los Servicios Sociales, la Sanidad, la Educación, la vivienda han sido despojados de su universalidad, es decir, ya no son ese paraguas protector, impermeable ante las desigualdades e injusticias que sufre una parte de la sociedad.
Este terrorismo machista incrementa las estadísticas, los números sin que se haga lo necesario o suficiente para abolir de raíz la violencia contra las mujeres. Claro está que la violencia que sufren las mujeres es un asunto de construcción de una sociedad, de un sistema que se cimenta en la más radical desigualdad entre géneros. Porque si queremos saber qué violencias desgarran las vidas de miles, de millones de mujeres tenemos que atender a las facetas de la vida de las mujeres donde la dignidad ni está ni se le espera. Las condiciones laborales, salariales, el sistema de bienestar, los Servicios Sociales, la Sanidad, la Educación, la vivienda han sido despojados de su universalidad, es decir, ya no son ese paraguas protector, impermeable ante las desigualdades e injusticias que sufre una parte de la sociedad.
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