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segunda-feira, 23 de agosto de 2021

Carrero Blanco y el padre Mariana

 

Yolanda y Enrike, una pareja amiga, me enviaron un correo hace unos días contándome que al pasar por Santoña habían visto en su paseo marítimo un monumento a Carrero Blanco, natural de esa localidad, de 40 metros de altura. Me escribían sorprendidos por semejante apología de quien fue delfín del genocida y pata negra del más rancio franquismo.

Carrero Blanco, de profesión marino, tomó parte en el golpe de Estado de 1936, llegando a ser jefe de operaciones del Estado Mayor de la Armada en agosto de 1939. Antes había participado en la guerra de Marruecos. Miembro activo también de Falange Española, sentó posaderas en su Consejo Nacional. Después fue mano derecha de Franco y Presidente de su Gobierno. Murió en un atentado realizado por ETA el 20 de diciembre de 1973.

Su visión del mundo era simple: “Hay tres internacionales que, cada una por su cuenta y con fines propios, pretenden dominar el mundo y ejercer un totalitarismo universal: la comunista, la socialista y la masónica”. Ante ello, “España quiere implantar el bien, y las fuerzas del mal, desatadas por el mundo, tratan de impedírselo”. Programa talibán puro y duro el suyo.

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