Desde la crisis financiera de 2008, las crecientes fricciones entre China y Estados Unidos se han hecho evidentes. Durante la administración Obama, y más aún en la administración Trump, de manera declarada y abierta, las fricciones se han amplificado. La pandemia del COVID-19 aceleró estas tendencias.
En este contexto, China ha estado utilizando un manejo más sofisticado del llamado “poder blando”. Durante la 73° Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en mayo del 2020, propuso considerar a la vacuna contra el COVID-19 un bien público mundial. Al mismo tiempo, destinó dos mil millones de dólares en dos años a la OMS, institución boicoteada por Estados Unidos.
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